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Wicked: For Good

  • Foto del escritor: Young Critic
    Young Critic
  • 21 nov
  • 4 Min. de lectura

Un regreso a Oz que denuncia el fascismo con claridad, pero tropieza en su narrativa

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El fenómeno de Wicked (2024) pareció funcionar en múltiples frentes: lanzó por fin la carrera musical de Jon M. Chu como merecía (tras el decepcionante resultado en taquilla de In the Heights (2021)), revitalizó el género musical, consagró a Ariana Grande como actriz legítima y aportó una necesaria advertencia sobre los regímenes fascistas. Por ello, la continuación Wicked: For Good (2025), que completa la adaptación del musical de Broadway, no podía llegar con expectativas más altas.


Wicked: For Good retoma la historia tres años después del final de Wicked, donde Elphaba (Cynthia Erivo) es la única resistencia contra el autoritario Mago de Oz (Jeff Goldblum). El régimen de Oz, liderado por la maquiavélica Madam Morrible (Michelle Yeoh), organiza una enorme campaña de propaganda para convertir a Elphaba en la “Bruja Malvada del Oeste” y asegurarse de que la disidencia no amenace su poder. La mejor amiga de Elphaba, Glinda (Ariana Grande), se convierte en la figura pública del Mago, adoptando el nombre de “Bruja Buena” y ayudando a cimentar la narrativa en blanco y negro de la que se alimentan los regímenes autoritarios. Al mismo tiempo, la historia de El mago de Oz (1939) empieza a solaparse, permitiéndonos contextualizar los acontecimientos del clásico.


Wicked: For Good se rodó al mismo tiempo que Wicked y solo se separó un año en su estreno por motivos de mercado. Al haberse adaptado de un musical de gran éxito, Chu tenía menos presión para construir material satisfactorio desde cero; sin embargo, la versión de Broadway era conocida por tener un segundo acto más débil. Lamentablemente, Chu no logra desterrar los mayores defectos de esta segunda parte, consolidando “Gravity” al final de la primera película como el verdadero punto álgido de toda la historia.


Los mayores problemas de For Good son dos. Primero, que se distancia de la mayor fortaleza de la primera película: la amistad entre Elphaba y Glinda. Esta secuela debe separarlas para ilustrar un mundo cambiado y la naturaleza corruptora del fascismo, enfrentando a dos amigas. Sin embargo, esta historia de amor —en su sentido más amplio— no se sustituye por ningún vínculo equivalente, dejando al público más frío en su implicación emocional.


El segundo gran problema de For Good es su rigidez con una norma narrativa autoimpuesta. Aunque se solapa con la historia de El mago de Oz, la película se prohíbe de forma tajante recrear escenas del filme clásico. Se entiende que recrear un icono tan arraigado puede ser arriesgado, pero momentos dramáticos cruciales de For Good dependen directamente de acciones en la aventura de Dorothy. Al eliminarlas —cada vez con mayor frecuencia conforme avanza la película— desaparecen por completo partes esenciales de la historia. En ocasiones, For Good parece un proyecto abandonado que ha sido montado años después con el metraje que quedaba: se intuyen las intenciones generales, pero se lamentan las escenas cruciales que faltan. Construcciones de personajes, muertes impactantes, romances y giros narrativos quedan apresurados, resumidos o directamente ignorados. Esto resulta especialmente frustrante en el clímax, que debería ser desgarrador y emotivo, pero se percibe hueco por la falta de una preparación adecuada. En vez de verlo, se exige al espectador imaginar las escenas del Mago de Oz que deberían estar integradas en esta perspectiva.


For Good funciona mejor en su primer acto, cuando disecciona de forma minuciosa los regímenes fascistas y la manipulación de la verdad. Aquí es donde la película cava más hondo, ofreciendo algunas de las decisiones y arcos de personaje más interesantes. Glinda recibe un foco especial, abandonando su rol de alivio cómico para adoptar uno más matizado como colaboradora del fascismo, conformista por comodidad y ego. Es el arco más interesante del filme, donde vemos cómo sus deseos, miedos e impulsos empiezan a resquebrajarse cuanto más ayuda a difundir las mentiras del Mago.


Afortunadamente, la chispeante química que Erivo y Grande aportaron en la primera película regresa en For Good, y gracias a su carisma desbordante el espectador atraviesa los tramos narrativos más irregulares. Su magnetismo casi consigue disimular los fallos del clímax, irradiando una fuerza tan intensa que uno queda cautivado y frustrado a la vez por un guion que no les da la construcción dramática que merecen. Grande se mueve hacia un espacio más oscuro que en la primera entrega. Ganó al público con su vis cómica en Wicked, pero aquí demuestra más rango y capacidad para sostener peso dramático. Erivo también está impecable, aunque con menos evolución en su personaje; aun así, sigue deslumbrando con números musicales insuperables. Otros favoritos del público —como Jonathan Bailey como el príncipe Fiyero— quedan muy sacrificados debido a la estricta separación entre El mago de Oz y esta historia, lo que supone una oportunidad perdida.


Chu sigue dirigiendo con una vivacidad y un respeto por el género musical que resultan contagiosos. El uso de decorados y vestuarios reales vuelve a ser una delicia y un soplo de aire fresco frente al abuso habitual del CGI. Sin embargo, uno de los fallos que ya se percibía en la primera película se acentúa en For Good: la puesta en escena de los números musicales. En Wicked había muchos números de conjunto con coreografías elaboradas, pero Chu solía encuadrar demasiado cerca a la protagonista, perdiéndose así el baile. For Good tiene más números en solitario, lo cual evita ese sacrificio, pero deja al director algo perdido a la hora de componer visualmente las escenas, con personajes que suelen deambular mientras cantan y una edición a base de planos medios y primeros planos. Solo “Wonderful” destaca por un poco más de frescura y brío; el resto está ejecutado a la perfección vocalmente, pero con una puesta en escena algo plana.


En última instancia, Wicked: For Good no logra escapar del bajón del segundo acto que ya tenía su origen en Broadway. Su estricta prohibición de representar escenas de Dorothy elimina puntos narrativos cruciales, dejando un relato vaciado. Asimismo, la separación entre Elphaba y Glinda retira el corazón emocional de la historia y deja una estela temática más fría. Las interpretaciones son tan sólidas como siempre y el diseño técnico sigue enamorando, pero es inevitable sentir que la gravedad dejó de desobedecerse tras el final de la primera película.


6.5/10

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I've been writing on different version of this website since February of 2013. I originally founded the website in a film-buff phase in high school, but it has since continued through college and into my adult life. Young Critic may be getting older, but the love and passion for film is forever young. 

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