Wake Up Dead Man

Un Puñales por la espalda sombrío cambia los giros ingeniosos por fe y cansancio

Tras crear a un nuevo detective carismático destinado a unirse al panteón de Hércules Poirot y Sherlock Holmes con el sureño y cantarín Benoit Blanc, la improbable franquicia de Puñales por la espalda alcanza ahora su tercera entrega. Tras el primer y eléctrico filme, Puñales por la espalda (2019), la continuación Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion (2022) resultó más enrevesada y abiertamente satírica; una tendencia que se corrige en parte en la nueva entrega, Puñales por la espalda: Wake Up Dead Man (2025).

Wake Up Dead Man parte del aparentemente imposible asesinato del sacerdote Jefferson Wicks (Josh Brolin), por el que los airados feligreses señalan al joven y recién llegado cura Jud Duplenticy (Josh O’Connor). Cuando la jefa de policía (Mila Kunis) de este adormecido pueblo se ve superada por la inconsistencia de las pruebas circunstanciales, se recurre al detective sureño Blanc (Daniel Craig), quien se muestra comprensivo con las afirmaciones de inocencia de Jud y profundamente intrigado por el complejo rompecabezas.

Rian Johnson vuelve una vez más a escribir y dirigir esta criatura creativa tan personal. El director estadounidense ha revitalizado de forma notable el género del whodunit, tanto con las películas de Benoit Blanc como con la creación de la serie Poker Face (2023–) para televisión. Su tono desenfadado ha contribuido sin duda a que el público disfrute participando en un juego macabro. Ese enfoque satírico se desbordó en El misterio de Glass Onion, pero Johnson aborda Wake Up Dead Man con mucha mayor seriedad, especialmente en su análisis de la fe.

Aunque los elementos religiosos y de espiritualidad paranormal construyen una premisa inquietante, Johnson no los trata con desprecio ni explotación, sino con una sensibilidad y complejidad inesperadas. Antes incluso de que se produzca el asesinato, la película presenta a dos sacerdotes enfrentados sobre cómo debe predicarse la palabra de Dios y de Jesús a sus feligreses. Wicks se apoya en el miedo y la severidad del Antiguo Testamento, mientras que Jud defiende una visión más compasiva y perdonadora del Nuevo Testamento. Se trata de un conflicto finamente hilado que sigue resonando a medida que los engranajes habituales del misterio criminal comienzan a girar. Sin embargo, esta exploración acaba dominando tanto la película que el propio enigma del asesinato pasa a un segundo plano.

Wake Up Dead Man es la primera película de la saga que muestra un claro desinterés por su detective protagonista. Jud emerge como el verdadero eje del relato, descubriendo pistas y planteando las preguntas clave. Esto encaja con su crisis de fe y su firme creencia en la absolución, pero también rompe el molde del heroico Blanc irrumpiendo para deslumbrar al espectador con su intelecto. Blanc queda relegado en gran medida a comentarios irónicos y chistes, hasta verse obligado a protagonizar la escena final de explicación ante todos los sospechosos reunidos. Uno no puede evitar preguntarse si una película sin Blanc, con Jud como investigador principal, no habría sido el deseo más profundo de Johnson. En cierto modo, la saga empieza a resentirse bajo el peso de sus propias obligaciones como franquicia, y se percibe al director con ganas de liberarse de esas ataduras.

El misterio en sí es correcto y entretenido, aunque no alcanza la estructura rompedoramente original de la primera Puñales por la espalda, donde el enigma se revelaba a mitad del metraje. Las motivaciones y la ejecución del crimen en Wake Up Dead Man empiezan a desmoronarse cuanto más se reflexiona sobre ellas, aunque siguen siendo suficientes para quien busque un entretenimiento de misterio escapista. No es especialmente memorable ni profundo, y su tono oscila de forma incómoda entre la comedia de serie B y las reflexiones más serias sobre la fe.

Wake Up Dead Man continúa además la tradición de la saga de reunir un reparto de gran calibre, que incluye, además de Brolin, O’Connor y Craig, a Glenn Close, Kerry Washington, Andrew Scott y Jeremy Renner, entre otros. Sin embargo, Johnson vuelve a mostrar signos de cansancio con su propia fórmula, ya que varios personajes secundarios parecen no despertar su interés. Cailee Spaeny, en el papel de una violonchelista con discapacidad, queda completamente olvidada, al igual que Washington y un cameo criminalmente breve de Jeffrey Wright. Este desequilibrio pone de manifiesto una hinchazón innecesaria, que parece responder más a expectativas del público que a una verdadera necesidad narrativa, sirviendo más para engrosar el cartel que para enriquecer la historia. Así, solo O’Connor —como claro protagonista en el que el director deposita su verdadero interés— dispone del espacio y el material necesarios para ofrecer una interpretación conmovedora de una crisis de fe y de una perseverancia genuina en la búsqueda de la verdad.

En definitiva, Wake Up Dead Man es otro misterio de resultados desiguales para Benoit Blanc. Resulta más profundo y estimulante que El misterio de Glass Onion, lo que permite tomarse su historia y a sus personajes con mayor seriedad. La exploración de la espiritualidad es bienvenida y ojalá hubiera contado con mayor libertad para desarrollarse. Sin embargo, sobre la película planea una sensación de desgaste, a medida que las exigencias propias de la franquicia comienzan a limitar el espacio creativo de Johnson.

6.9/10