Valor Sentimental
- Young Critic

- hace 4 días
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Un inquietante estudio sobre cómo las casas recuerdan… y cómo las familias intentan olvidar

La pregunta poética de si los espacios tienen memoria es una muy sugerente, y una que adquiere innumerables capas espirituales cuando pensamos en el trauma o la inquietud que ciertos objetos o lugares parecen retener. Sin embargo, desde un punto de vista emocional, los espacios —especialmente un hogar— pueden convertirse en símbolos de la maraña de relaciones, familias y demonios internos con los que uno lucha entre sus paredes. Estos espacios también pueden cargar ecos literales y simbólicos de un familiar del pasado, cuyos pasos y sufrimientos se reflejan inquietantemente en los tuyos. Ese es el planteamiento en el centro de Valor sentimental (2025).
Valor sentimental sigue a Nora Borg (Renate Reinsve), una actriz, y a su padre distanciado Gustav (Stellan Skarsgård), un cineasta venido a menos. Tras la muerte de la madre de Nora, ella y su hermana Agnes (Inga Ibsdotter Lilleaas) quieren vender la casa familiar. Sin embargo, la vivienda sigue a nombre de Gustav, que reaparece en sus vidas con la intención de rodar allí una película íntima —con Nora como protagonista—. Tras negarse ella, Nora observa cómo Gustav recluta a la actriz de Hollywood Rachel Kemp (Elle Fanning), lo que desencadena un debate sobre la autoría de las historias y el exorcismo del pasado.
Valor sentimental supone la reunión y continuación de Joachim Trier con Reinsve tras la brillante La peor persona del mundo (2021). Trier vuelve a moverse por un territorio familiar, buceando en las luchas internas y las identidades familiares que han definido sus películas anteriores. Pero Valor sentimental es una de sus exploraciones más complejas y enmarañadas del peso del trauma familiar y de las fracturas que puede causar en los vínculos afectivos. El filme adopta un punto de vista más expandido: rota entre múltiples protagonistas, adentrándose en las mentes y almas atormentadas de Nora, Gustav y Agnes. Esto ayuda a ilustrar el trauma que reverbera entre generaciones y la trágica soledad que puede producir. En muchos sentidos, Valor sentimental es una mirada delicada a la depresión y a la necesidad de enfrentarse a los puntos de presión del pasado para iniciar la sanación—una sanación que luego puede irradiar hacia los demás.
Trier sigue empleando una elegancia contenida en la dirección de actores y en el desarrollo de la trama, evitando cualquier explosión vistosa de emoción o explicaciones, y confiando en un lenguaje puramente visual para transmitir lo indescriptible. Un pequeño momento —un cigarrillo compartido entre Nora y Gustav tras un fallido intento de este por hacer un regalo a su nieto— lo demuestra con belleza. Solo con miradas y suspiros, Trier y sus intérpretes transmiten compasión y un atisbo de alegría regresando a la relación. Trier también utiliza la interpretación y la teatralidad en un plano meta: Nora es principalmente actriz de teatro, pero la vemos despojada de máscaras cuando sufre ataques de pánico entre bambalinas. También observamos cómo Gustav encuentra catarsis durante los ensayos con Rachel, al reconocer que el personaje que escribió porta ecos tanto de su madre como de su hija.
Trier entrega una película emocionalmente densa e intrincada, pero al ampliar el foco hacia más personajes pierde parte de la identificación empática que resultó crucial en La peor persona del mundo, que parecía incrustarse en la médula del espectador. En cada secuencia de Nora o Gustav volvemos a asentarnos poco a poco en sus angustias y recorridos emocionales, pero el montaje nos arranca bruscamente de ellos cada vez que cambiamos de perspectiva. Esto no vuelve la película confusa ni fría, pero sí hace que uno se sienta más observador que participante. Valor sentimental te mantiene a cierta distancia en lugar de dejarte entrar del todo. Eché especialmente de menos pasar más tiempo con Nora, mientras lidia con sus máscaras y el peso tirante de su pasado; aunque esto se debe también a la interpretación excepcional de Reinsve. La actriz noruega fue relanzada tras La peor persona del mundo, y me alegra ver que recibe más oportunidades, mostrando una amplitud, un magnetismo y un manejo minucioso de tormentas internas que resultan siempre sobrecogedores. Su colaboración con Trier está siendo extraordinariamente fructífera, y solo espero que continúe. Skarsgård está igualmente magnífico, firmando una de sus mejores interpretaciones en años y encarnando en Gustav a un hombre que intenta desesperadamente utilizar su arte para sanar y reconectar.
En definitiva, Valor sentimental es una película pesada, intrincada y brillantemente interpretada por parte de Trier. No alcanza las cotas de La peor persona del mundo, en gran parte debido a un enfoque emocional bifurcado que impide que se aferre al corazón del espectador con la misma fuerza. Aun así, incluso desde una aproximación más distante, la manera en que Trier teje la relación entre espacio, memoria y la capacidad de ver al otro está ejecutada con una precisión admirable y con esa característica contención noruega.
8.5/10








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