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Springsteen: Deliver Me From Nowhere

  • Foto del escritor: Young Critic
    Young Critic
  • 30 oct
  • 4 Min. de lectura

La versión de Scott Cooper sobre The Boss es desesperadamente superficial y aburrida

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El biopic musical tiene una fórmula tan rígida y desgastada que su parodia definitiva apareció ya a principios de los 2000 con Walk Hard: The Dewey Cox Story (2007). Aun así, seguimos recibiendo biopics anodinos y predecibles “de la cuna a la tumba”, hasta llegar al populista Bohemian Rhapsody (2018). Fue a partir de aquella cinta sobre Queen cuando el género empezó a experimentar: Rocketman (2019) ofreció un musical surrealista; Better Man (2024), una comedia disparatada con monos; y A Complete Unknown (2024) se centró en un periodo breve pero decisivo. Por eso, el enfoque en un solo álbum en Springsteen: Deliver Me From Nowhere (2025) parecía prometer una renovación de esa corriente refrescante.


Springsteen: Deliver Me From Nowhere sigue a Bruce Springsteen (Jeremy Allen White) en pleno ascenso a la fama, justo después de haber terminado su gira de The River en 1981. En lugar de continuar con otro álbum repleto de himnos y éxitos, Bruce opta por un camino más introspectivo y minimalista. Junto a su productor de siempre, Jon Landau (Jeremy Strong), y en medio de un romance con Faye (Odessa Yong), una madre soltera, Bruce da forma al disco acústico Nebraska, mientras los recuerdos de su complicada relación con su padre alcohólico (Stephen Graham) lo persiguen como una maldición (guiño para los fans de The Boss).


El guion y la dirección corren a cargo de Scott Cooper, que adapta el libro homónimo de Warren Zanes. Cooper no es ajeno al drama musical: dirigió a Jeff Bridges hasta el Óscar con Corazón rebelde (Crazy Heart, 2009) en su debut como realizador. Su filmografía suele centrarse en temas oscuros: sus dos últimas películas fueron Antlers (2021), sobre la explotación del medio ambiente y el maltrato infantil, y The Pale Blue Eye (2022), un thriller con un joven Edgar Allan Poe (y, lamentablemente, no un biopic de Lou Reed). En Deliver Me From Nowhere, Cooper se concentra en un periodo tenso y decisivo para Springsteen, cuando su identidad de aspirante de pueblo empezaba a verse comprometida por la fama. Todo ello desemboca en una crisis de identidad y una profunda depresión.


Este contexto y esta etapa de la vida de Springsteen podrían haber sido un material excelente para un biopic. Sin embargo, el guion de Deliver Me From Nowhere cae en los mismos clichés y trampas del género que Walk Hard ridiculizaba con tanta brillantez. Apenas hay un atisbo de originalidad en el modo de narrar la vida del músico, siendo la elección del periodo temporal lo único mínimamente novedoso. El diálogo, escrito por el propio Cooper, es tremendamente explícito: en un momento, Landau llega a explicar directamente al público de qué trata la película y por qué es tan importante. Es un grado de subrayado y simplificación que va en contra del espíritu de las canciones del propio Springsteen.


Incluso un biopic convencional puede ser entretenido o revelador, pero Deliver Me From Nowhere se pierde en una trama romántica innecesaria entre Bruce y la completamente ficticia Faye. Es cierto que pretende funcionar como metáfora de la lucha de Bruce por mantener su identidad de chico sencillo de Nueva Jersey, pero el romance está plagado de tópicos y frases sonrojantes. Esta relación ocupa casi la mitad del metraje, relegando la exploración del genio musical de Bruce a un mero subargumento. Apenas se muestran escenas de inspiración o composición, y cuando las hay, el proceso creativo aparece como un flujo perfecto de melodías acabadas desde el primer acorde. Peor aún: muchas de las canciones icónicas se componen y graban fuera de plano, mientras el espectador asiste, en su lugar, a la entrega de las cintas demo.


Una de las relaciones clave en la vida de Bruce, que ayudó a moldear su voz artística, fue la que mantuvo con Landau. Él fue la confianza y la mano guía que liberó su talento y su arte. Esa colaboración, con sus tensiones y debates, tenía el potencial para sostener una película fascinante, y sus semillas están esparcidas por Deliver Me From Nowhere. Sin embargo, la cinta las deja de lado para centrarse en el romance inventado. En lugar de explorar las sesiones de grabación y sus conflictos, Bruce aparece dictando exactamente cómo quiere que suene todo, y su genialidad se presenta como algo inevitable. Es una manera perezosa y, francamente, ingenua de mostrar el proceso musical, especialmente viniendo de un director que demostró más sutileza en Corazón rebelde.


Las interpretaciones son las que cargan con el peso de Deliver Me From Nowhere. El guion no ofrece demasiada profundidad ni emoción, provocando un estancamiento en buena parte del metraje. Jeremy Allen White ha demostrado ser un actor de enorme talento en Shameless (2011-2021) y The Bear (2022-), y vuelve a mostrar aquí su entrega. Pero, como ocurre con cualquier intérprete que encarna a una figura icónica (y con una voz tan reconocible), debe elegir entre la imitación o la exploración interior del personaje. Pocos consiguen hacer ambas cosas. En el caso de un artista como Bruce Springsteen, cuya imagen y voz son tan distintivas, Allen White opta finalmente por una imitación muy precisa, pero que sacrifica toda interioridad. El resultado es un Bruce que se comporta y suena como esperamos, pero sin permitirnos acceder a su mente. Sin esa complejidad, el personaje se percibe apático, algo que choca con el carisma eléctrico por el que se le conoce. Strong cumple con solvencia como Landau, aunque con escaso tiempo en pantalla, lo que resulta especialmente frustrante dada su gran química con White. El resto del reparto queda relegado a papeles genéricos y olvidables.


En definitiva, Deliver Me From Nowhere es una película decepcionante y tediosa. Resulta curioso que el retrato más complejo y emocional que el cine ha hecho de Springsteen siga siendo Blinded by the Light (2019), sobre un joven británico de origen indio que conecta con su música en Luton. Cooper ofrece un biopic genérico y superficial, tomando un periodo fascinante de la vida del icono del rock sin preocuparse de explorar el porqué ni el cómo de su arte. Con diálogos planos, una relación equivocada en el centro y una alarmante falta de musicalidad, Deliver Me From Nowhere convierte a Springsteen, irónicamente, en algo olvidable.


5.0/10

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