Predator: Badlands
- Young Critic

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La nueva entrega de Depredador de Dan Trachtenberg es otra historia de personajes tan sólida como entretenida

Es una tendencia curiosa, aunque nada sorprendente: cuando una franquicia se agota, los estudios suelen entregar el material a cineastas con menos presupuesto y más libertad creativa. Esa liberación por parte del estudio permite que los espectadores reciban entregas más absorbentes, como ocurrió con El planeta de los simios, cuando Matt Reeves firmó algunas de las películas más reflexivas de la saga. Lo mismo ha sucedido con la serie Depredador: relegada durante años al cajón del cine de serie B, ha cobrado nueva vida gracias a la visión de Dan Trachtenberg.
Predator: Badlands (2025) es la tercera película del director dentro del universo Depredador, tras resucitar la saga con Predator: La presa (2022) y Predator: Killer of Killers (2025). Badlands hace algo inédito en la franquicia: su protagonista es un propio Depredador —o Yautja, como se denomina a su especie alienígena. Dek (Dimitrius Schuster-Koloamatangi) es pequeño para los estándares de los Yautja y, por ello, un marginado. Para demostrarse a los demas, viaja a un planeta letal con el objetivo de cazar a una criatura que ningún Yautja ha conseguido abatir. Sin embargo, tras un aterrizaje forzoso, descubre que un grupo de robots sintéticos también persigue a la misma presa, entre ellos la simpática androide Thia (Elle Fanning), con la que entabla una improbable alianza.
Hasta la llegada de Trachtenberg, Depredador solo había tenido una buena película: la original y kitsch Depredador (1987). Las siguientes fueron intentos fallidos de exprimir el diseño del monstruo. Trachtenberg, en cambio, ha abrazado el trasfondo de la saga y no solo ha entregado películas entretenidas, sino también sólidas. Predator: La presa fue una propuesta ingeniosa, situando el encuentro con el Yautja en la América precolonial. Su siguiente proyecto, estrenado a comienzos de este año, fue la cinta de animación Predator: Killer of Killers, que aprovechaba el medio y tres historias cortas con brillantez. Trachtenberg está asumiendo riesgos y acercándose al universo Depredador no como una franquicia, sino como un terreno de curiosidad creativa. Cada una de sus películas hasta ahora ha sido una historia autoconclusiva, sin buscar preparar secuelas, sino jugar libremente con distintos escenarios.
Badlands continúa esta tendencia, aunque se nota que 20th Century Studios empieza a confiar plenamente en la eficacia de Trachtenberg, concediéndole un presupuesto mayor. El cineasta estadounidense, sin embargo, no se ve aplastado por el peso de una producción más grande: entrega una historia centrada en los personajes, con auténtico pulso emocional. El diseño del planeta alienígena y de las nuevas criaturas que lo habitan resulta especialmente original; me sorprendió la imaginación y coherencia visual de su fauna y flora.
La película arranca con un prólogo eficaz que enmarca la historia desde un tono de venganza oscura, mostrando un lado más áspero de la saga, normalmente centrada en el gore. Para los fans del desmembramiento, tranquilidad: aunque Badlands tiene calificación de 12 por la ICAA, Trachtenberg consigue mostrar violencia digna de un 16 con astucia; al no aparecer sangre humana —solo de criaturas y robots—, logra esquivar los criterios de las agencias de calificaciones.
Badlands sigue el esquema clásico del viaje del héroe de Joseph Campbell, pero lo hace con energía y convicción, demostrando que Trachtenberg está realmente entusiasmado con su historia. Vemos a Dek como un marginado inicial, puesto a prueba de manera creíble, aprendiendo a convertirse en el cazador temible que aspira ser. Pero el director también muestra su evolución interior: sus rígidas creencias se suavizan gracias a su relación con Thia y a su capacidad de aprender del entorno.
La estructura de Badlands es predecible, sin grandes giros, aunque mantiene la tensión sobre cómo resolverán los personajes distintos obstáculos. Sin embargo, los temas generales y los destinos de los protagonistas siguen el patrón habitual. Lo mismo ocurre con el humor de “cuatro cuadrantes” y algunos diseños de criaturas pensados para el merchandising, que se sienten más impuestos que naturales. No empañan la diversión, pero suenan más a eco que a melodía propia.
Schuster-Koloamatangi, antiguo doble de acción, ofrece aquí un papel protagonista complejo. Bajo capas de maquillaje y prótesis (su rostro Yautja es CGI), transmite emoción mediante el lenguaje corporal y gestos teatrales amplios. Fanning, por su parte, está perfecta como la androide alegre y optimista, rebosante de carisma y simpatía. La actriz hace doble papel: también interpreta a Tessa, un androide más frío y distante. En este segundo rol, su interpretación resulta algo rígida, lo que debilita una enfrentacion importante al final.
El clímax es vibrante, con una secuencia de acción especialmente memorable protagonizada por un torso cercenado. Sin embargo, Badlands cae en el error común del blockbuster moderno: alargar innecesariamente la batalla final, agotando al espectador que ya estaba preparado para aceptar un desenlace, y ofreciendo en su lugar falsos finales y villanos imposibles de matar.
Aun así, Predator: Badlands es otra entrega sólida de Trachtenberg, quien está ampliando y revitalizando la saga prácticamente en solitario. La película combina un buen desarrollo de personajes con acción original y emocionante, interpretaciones carismáticas y un altísimo valor de entretenimiento. Empiezan a notarse algunas interferencias del estudio, con finales añadidos para preparar secuelas, pero de momento la visión de Trachtenberg sigue firme, y esperemos que continúe así, sin trabas.
7.5/10








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