Los Domingos
- Young Critic

- hace 1 día
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La nueva película de Alauda Ruiz de Azúa tras Cinco lobitos explora la fe y la autonomía femenina, pero pierde el equilibrio en el debate

La lucha con la propia espiritualidad es un viaje que todos emprendemos en algún momento de nuestras vidas. La mayoría de nuestras preguntas sobre los poderes superiores y sobre lo que la fe significa para nuestra identidad suelen aparecer en la adolescencia. Sin embargo, a medida que los jóvenes se han vuelto menos religiosos con el tiempo (aunque desde la pandemia ha habido un repunte en la asistencia a misa), las expectativas sobre la devoción de un joven hacia Dios han cambiado. El eje de Los Domingos (2025) es justo el contrario: ¿qué ocurriría si una adolescente de una familia moderna decidiera convertirse en monja de clausura?
Los Domingos sigue a Ainara (Blanca Soroa), una chica de 17 años de Bilbao que vive con su padre viudo, Iñaki (Miguel Garcés), y sus dos hermanas pequeñas (Nerea Robledo Espinosa y Nora Careaga Iglesias). Mantiene un fuerte vínculo con su tía Maite (Patricia López Arnaiz), una mujer progresista, pero siente vergüenza de su deseo de ingresar en un convento. Cuando esta información sale a la luz, se desata una crisis de identidad tanto para Ainara como para su familia.
Los Domingos es el primer largometraje en salas de la guionista y directora Alauda Ruiz de Azúa desde su desgarrador debut Cinco lobitos (2022). Desde entonces ha trabajado en el ámbito del streaming, con la comedia romántica de Netflix Eres tú (2023) y la miniserie sobre violencia doméstica Querer (2024). Los Domingos fue aclamada en su estreno, ganando el máximo galardón en el Festival de San Sebastián; y, por supuesto, cualquier sucesora de Cinco lobitos iba a cargar con altas expectativas. Ruiz de Azúa no rehúye los temas difíciles, de nuevo centrados en la mujer y el control sobre su propio cuerpo.
Resulta curioso que el argumento sobre la autonomía femenina se plantee aquí de manera inversa: el derecho de una joven a recluirse en la religión, cuando normalmente el discurso gira en torno a cómo la religión restringe la libertad de las mujeres. No solo es un planteamiento provocador, sino que también deja al espectador desconcertado ante sus propias conclusiones. Sin embargo, aunque Ruiz de Azúa parece querer presentar Los Domingos como un debate complejo sobre lo que Ainara debería hacer, la película deja claro de qué lado está realmente.
A lo largo de Los Domingos, el conflicto dentro de la familia de Ainara gira en torno a cómo convencerla de que dé marcha atrás y no “tire su vida por la borda” al hacerse monja. El debate más explorado en el filme, por tanto, no es el de la lucha interior de Ainara, sino el de cómo abordar este “problema”. Incluso cuando la protagonista muestra dudas, Ruiz de Azúa elige mostrar una vida adolescente divertida, con escapadas de fin de semana, amistades leales y encuentros sexuales con chicos respetuosos. En contraste, las escenas del convento son áridas, rodadas con frecuencia a través de rejas o ventanas y desprovistas de color. Es cierto que ese contraste podría reflejar el nivel de devoción de Ainara, pero Ruiz de Azúa no logra explorar esa espiritualidad. Al no adentrarse en lo surreal, opta por un enfoque realista y racional que presenta los deseos de Ainara como un lavado de cerebro o una tragedia, en lugar de la historia de madurez que aparentemente pretendía. Como resultado, apenas existe dilema sobre cuál es el camino correcto. Para representar de forma justa este otro lado espiritual, no hace falta personificar a Dios ni mostrar milagros —lo cual iría contra la idea misma de la fe—, pero sí se podrían haber mostrado momentos de trascendencia espiritual mediante recursos de cámara o montaje, como hace Paolo Sorrentino en The Young Pope (2016), o a través de la música, como en La misión (1986). Ambos proyectos mostraban un debate interno sobre la fe y hacían partícipe al espectador de la duda de sus protagonistas.
La mayor virtud de Ruiz de Azúa se hace más evidente con cada nuevo proyecto: es una maestra en construir personajes complejos e imperfectos con los que el público empatiza con facilidad. Esto fue clave en Cinco lobitos, y en Los Domingos vuelve a lograrlo con figuras hipnóticas y deliciosamente contradictorias. La directora vasca también sabe sacar lo mejor de sus intérpretes: López Arnaiz es un ancla y una guía para las dudas del espectador como tía desesperada por “salvar” a su sobrina. Pero es Soroa, en su debut interpretativo, quien deja sin aliento. Dado el tono realista de la película, son sus sonrisas contenidas y su mirada abierta las que transmiten la profundidad de la devoción de Ainara. Soroa mantiene esa determinación incluso en los momentos de tentación adolescente. Es un debut deslumbrante en un papel cargado de matices y de interpretación no verbal.
En definitiva, Ruiz de Azúa entrega otro fascinante estudio de personajes con interpretaciones a la altura. Sin embargo, su premisa central se ve comprometida por una toma de partido demasiado evidente, que impide al espectador enfrentarse realmente a la pregunta principal. Aun así, Los Domingos confirma que Ruiz de Azúa sigue siendo una de las voces más prometedoras del cine español contemporáneo.
6.9/10








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